
Hablame de Maracaibo
Para un adolescente, recorrer la 5 de Julio con aires de Navidad era todo un ejercicio de individualidad. Asumes posturas firmes, propias de quien cree saberlo todo y decide que ha llegado el momento de andar sin tutelaje. Con la mesada de diciembre en la mano, estás dispuesto a correr los riesgos del caso, para comprar la ropa de los clásicos estrenos del 24 y el 31. Son tiempos de felicidad y visión eufórica...
Esos recorridos son parte de tus historias, y los fijas en la memoria con el marcalibros de lo trascendental. Mucho tiempo después, recurres a esas sensaciones con la mirada del rescatista de recuerdos, como si se tratara de Cinema Paradiso, para reeditar esas señales que, definitivamente, están… transmutan.
La avenida 5 de Julio divide la ciudad entre norte y sur. Por el este arranca en la avenida El Milagro, identificada como la número 2. En su recorrido atraviesa la sonora Bellavista y la religiosa Santa Rita, pasando por la no menos famosa avenida 15, Las Delicias. Su extensión es tan amplia que forma parte de tres parroquias: Santa Lucía, Bolívar y Chiquinquirá.
Esta vía se convirtió en símbolo de Maracaibo cuando un grupo de inquilinos, en los años ochenta, la modernizó y transformó en bulevar. Podías caminar de negocio en negocio y mirarle la cara a la gente, mientras veías los carros ir y venir. Una gran avenida de dos canales, de ida y vuelta. Con el paso del tiempo, dejamos de ser simples transeúntes para sentirnos propietarios, en una ciudad que dio pasos firmes hacia el porvenir.
Según la nomenclatura urbana, 5 de Julio es la calle 77, donde en sus inicios los viejos colonos, junto a otros recién llegados, avanzaron, conquistaron espacios y se instalaron, dejando atrás sus primeros asentamientos de la Plaza Baralt para establecerse en este nuevo territorio. Eran muchos y varipintos, rápidamente se convirtieron en un ecosistema perfecto en tiempos de prosperidad. Como piezas de un rompecabezas, cada quien encajaba, cual tablero de Monopolio, para desarrollar su actividad comercial.
En ese nuevo sistema arquitectónico de organización, podemos encontrar grandes referentes como: Plaza de la República, La Napolitana, La Book Shop, Westinghouse, Hidalgo, Farmacia Tropical, Joyería Cupello, Las Laras, Enelven, Zapatería Tropicana, Kabuki, Banco Maracaibo, el Consulado de los Estados Unidos, Pin Zulia, Zapatería Lucas, Rori, Centro Comercial Olímpico, el First National City Bank, Iglesia San José, Muebles Levine, Fin de Siglo, Banco Occidental de Maracaibo, Papelería Bustamante, Zapatería Altamira, La Nacional, Sears, Banco de Fomento Regional Zulia, Diazón, Centro Comercial Montielco… hasta llegar por el oeste al gran Indio Mara, que se erige como un superhéroe en lo más alto de la plaza que lleva su nombre y que cuenta con la única rotonda de la ciudad.
Fotografiar la 5 de Julio se convirtió en un acto de reencuentro con la ciudad perdida, esa que fuimos borrando de nuestra cotidianidad poco a poco, y que aún despierta emociones. Una ciudad que evolucionó, dando paso a mini ciudades compactas que prosperan rápidamente como modelos de Lego: los populares malls.
La cámara Fuji vintage, modelo viejo, como diría un ocurrente en pleno recorrido, se convirtió en el instrumento, una especie de chistera mágica con la que retienes sensaciones pretéritas, entremezclándolas con el presente, en un juego de luces y contrastes constantes, para dejar constancia fotográfica de este emblemático bulevar marabino. Un lugar donde puedes leer, como en un caleidoscopio del recuerdo, la naturaleza del habitante de esta urbe.
Ir, venir, pasar
pasar, regresar
volver a regresar
volver a pasar.
Solo te detienes a pensar en los segundos rojos del semáforo
en ese momento haces conciencia de la ciudad soporte,
de la ciudad lienzo, de la ciudad objeto
donde sus inquilinos se manifiestan, dejan sus egos
que como todo ser vivo, delimita el territorio y le imprime su huella
se hace visible.
Ramón De Pool enero-diciembre 2016